Carlos González, dueño de La Atlántica: «Han aparecido más tipos de cerveza ahora que en los últimos 100 o 200 años»

Hileras e hileras de cervezas colocadas milimétricamente reciben al cliente más curioso e intrépido. E hileras e hileras de cervezas colocadas milimétricamente sorprenden e impactan, sin ningún tipo de pudor, con toda su variedad de colores, sus diseños de botellas y de latas, sus nombres compuestos que suenan a lugares lejanos, sus sabores sugerentes entremezclados en un mismo recipiente. Uno se encuentra, de hecho, al borde del síndrome de Stendhal ante el catálogo de cervezas distintas, atípicas, todas calladas ante las manos que las cogen, les dan vueltas, las miran y las remiran. Y para salvar el vértigo que produce esa exploración inesperada, Carlos González sale de detrás del mostrador de su tienda, La Atlántica, y arranca a hablar poco a poco de un nuevo concepto de bebida que combate los tradicionalismos y se vuelca por completo en la experimentación: la cerveza artesana. Conversamos con él, más como un divulgador cervecero que como pequeño comerciante, sobre una bebida de autor que suena a zapatero y a manualidad, pero que en realidad viaja hacia la innovación para entender la cerveza desde un nuevo punto de vista.

PREGUNTA: ¿Qué implica el concepto de cerveza artesana? Sobre todo, en comparación con la industrial.

RESPUESTA: Podríamos partir de muchas definiciones sobre ambos conceptos. Lo esencial es que la cerveza artesana consiste en una denominación comercial para separar una manera de hacer cerveza diferente. ¿En qué se diferencia? Lo primero: se busca, por encima de todo, hacer una bebida interesante, que tenga sabores que nos llamen la atención y nos hagan pensar. Otra característica importante: la materia prima y los medios de producción deben ser de calidad. Hay que respetar los ingredientes; no se pueden utilizar ni sustitutos baratos ni técnicas que supongan atajos a la hora de elaborar cerveza para conseguir un mayor beneficio económico. Y a todo esto debemos añadirle la experimentación; los productores artesanos normalmente tienen en la cabeza ampliar el concepto de cerveza. Han aparecido, de hecho, más tipos de cerveza ahora que en los últimos cien o doscientos años.

P: Parece, desde el desconocimiento, que se revaloriza la lentitud. Incluso la manualidad.

R: Lo que sí revaloriza es hacer las cosas correctamente, con los tiempos que se necesitan para hacer las cosas bien. Manualmente o no eso ya es una elección. El problema de utilizar la palabra artesana en el mercado español para representar al sector es que suele haber una equiparación a lo que es un artesano tradicional, pero nos topamos con que en la cerveza artesana también se utiliza tecnología avanzada.

Carlos González, dueño de La Atlántica, en conversación con el periodista Pablo J. Rañales en su tienda de Santiago.
(Foto: Lorena Iglesias Andrade)

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El nacimiento de la ciudad-vínculo

El bus arranca una mañana de finales de octubre, y de repente pienso que todo viaje empieza y termina con lo mismo: una despedida. A veces es solo decir adiós a una ciudad. Otras, abrazar a alguien hasta dentro de unos días, unos meses, un año o quizá nunca más.  A las despedidas inevitables se le unen los pálpitos. Porque, de una forma u otra, cuando viajamos, configuramos en nuestra mente una imagen más o menos nítida de los lugares a los que vamos. Incluso aunque no hayamos visto nada en Internet, ni una sola referencia visual, el nombre ya nos dice algo. En un viaje de cuatro días para ver dos ciudades europeas, la marcha y el pálpito se convierten, aún más, en ejes fundamentales de la experiencia. No da tiempo a nada más que confirmar pálpitos y dejar atrás edificios y personas.

Alejarse de Praga durante un tiempo es complicado. Es una despedida lenta porque las torres, todas las que tiene, tantísimas, incontables si no fuera por la tecnología o la paciencia, tardan en decir adiós y desaparecer del horizonte. Es como si no se pusieran de acuerdo para hablar, como si tuvieran que ir despidiéndose una a una del bus que me lleva lentamente hacia Brno.

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La fortaleza de las dualidades

¿Cómo enfrentarse a la catedral de San Vito? ¿Cómo establecer un vínculo igualitario con el castillo de Praga, esa roca ennegrecida por el tiempo allá arriba, en la colina? Porque cuando paseo por la ciudad, el castillo y la catedral siempre están por encima, observando y, quizá, hablando entre sí, pero nunca conmigo; el vínculo que se crea es desigual, a veces injusto y hasta doloroso. Solo por breves momentos, cuando lo mundano -dígase, entonces, los humanos- alcanzamos la cumbre, logramos mirar cara a cara a la catedral y al antiguo centro neurológico de la capital checa. En el resto de ocasiones, uno se limita a contemplarlo con un distanciamiento abismal y, a lo mejor, se pregunta qué o quién ha sido capaz de rivalizar contra aquello que se eleva impúdicamente a lo largo de tantos siglos.

Qué, quién, qué, quién… ¿Quedarán los restos de los edificios que compitieron en importancia con el castillo, los que intentaron mirar cara a cara al conjunto palaciego? Me lo pregunto una y otra vez, como si estuviera martirizándome con una cuestión a la que no tenía respuesta, hasta ahora. Porque si achinamos los ojos desde lo alto del castillo y nos quedamos mirando el horizonte, quizá nos detengamos en esa basílica menor que emerge entre el verde de un pequeño montículo y que no está mirando directamente a la catedral de San Vito, sino que parece ignorarla, sin entrar en una pugna fálica con la torre que corona Praga.

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La noche en que Frankenstein leyó el Quijote

«Este seguro que te encanta. Llévalo, a mí no me llamó la atención, pero a ti fijo. Es tu rollo». Expectativas altas para el libro. Expectativas cumplidas, por cierto. La noche en que Frankenstein leyó el Quijote ha pasado a mi lista de «imprescindibles» o pequeñas joyas de la corona. Es pura literatura, no por … Leer más

María Valle, copropietaria de Cantón 4: «El mundo editorial es muy perro. Las grandes editoriales son como mafias»

Cantón 4 siempre ha sido de mis librerías ferrolanas favoritas. Su distribución invita a pasear y rebuscar entre los estantes, su decoración es agradable y el personal contesta con sonrisas y amabilidad. ¿Por qué me llamó la atención? ¡Porque tener tres personas trabajando y necesitarlas de verdad en una librería me parecía increíble! Y corroboré que Daniel Berini, María Jose Valle e Isabel Rodríguez conforman un equipo. Los ratones de biblioteca siempre acudimos a las librerías, pero nunca nos preguntamos cómo es el honroso oficio de librero, cuál es su día a día. Me reciben María, copropietaria junto con Isabel, y Daniel, trabajador (yo diría más bien, compañero) de ambas para intentar solucionar todas mis dudas. 

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Dublín, Ciudad de la Literatura

Sus drakkars arribaron a las costas ante los ojos repletos de terror de los habitantes de los pequeños poblados cercanos. Habían llegado con sus hachas, sus escudos y su fuerza bruta a invadir su tierra, a aniquilar a sus hijos y violar a sus mujeres. Los vikingos desembarcaron; sus cuerpos curtidos por el mar y … Leer más