Las líneas de los mapas

A ella siempre le ha gustado el gris. No sé si llegaré a comprenderla del todo. Tampoco quiero, porque no comprenderla me lleva a querer explorarla, y explorarla me permite perderme en sus pasillos laberínticos y hablar -con ella, conmigo mismo- hasta que ya no puedo más. Me dice que hable, que me abra y no me calle, y se lo agradezco. El gris, el blanco y el negro son su triunvirato eterno. Predominan en las prendas de ropa que hay colgadas en su armario y en su forma de acercarse al mundo. Le gusta definirse a sí misma como una mujer gris, que no desentone y mantenga la sobriedad y elegancia de esos colores. ¿No necesitará nunca el color?, me digo. Elegancia y sobriedad definen cada milímetro de su cuerpo.

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La fisura

Llegaba del trabajo, tiraba la cartera encima de la cama e iba directo al frigorífico. Cogía la primera lata de cerveza que hubiera. De eso nunca se olvidaba. De la cerveza, no. Si se olvidaba, todo se iba a la mierda. No podía permitirlo. Cogía la primera lata de cerveza y luego se sentaba en el sofá. Dónde está el puto mando. Y el mando no aparecía. Y el cansancio acumulado en la oficina, en un trabajo insufrible dentro de una rutina insufrible, aumentaba. Monstruo enorme que engullía su existencia. Cansancio y rutina. Lata de cerveza.

Fotógrafo: Izzy

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El profesor de literatura

A T, con el cariño de los recuerdos.

Enseñar literatura es un acto que destila magia. Enseñarla con pasión, estableciendo puentes no solo entre profesor-alumno sino entre literatura-persona. Es difícil (y bonito) demostrar que la literatura es un todo que abarca mucho más que unas palabras en un papel: es contexto, vivencias y recuerdos, mundos de personas que dejaron de existir y que han logrado alcanzar una extraña inmortalidad. Amar la literatura, como las matemáticas, la historia o la geografía, dependen considerablemente de cómo se enseñe y de quién nos la enseñe. Yo tuve suerte. Y ahora que la nostalgia me invade, repaso los recuerdos que me quedan de uno de mis profesores de literatura. Una especie de John Keating, dígase Robin Williams en El club de los poetas muertos.

Fuente: Unsplash // Fotógrafa: Victoria Kure

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Life is strange: un videojuego al servicio del arte

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Hay videojuegos que son sentimientos. Que hablan, que gritan, que hacen sentir, que te sumergen. Life is strange es así. Artísticamente impecable, musicalmente increíble, narrativamente apasionante. Se agradece que todavía se atrevan a contar buenas historias y no solo pegar tiros. Se agradece que, a veces, prime un poco de guion, de música, de sentimiento, antes que unos gráficos de última generación.

Life is strange nos cuenta la vida de Max, una chica que se quiere ganar un sitio en el mundo profesional de la fotografía. Para ello, regresa a su pueblo natal, Arcadia Bay, y comienza las clases bajo la tutela del Sr. Jefferson, afamado fotógrafo del país. En la academia Blackwell descubrirá, no obstante, que tiene la capacidad de jugar con el tiempo y viajar hacia atrás en él.

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Dicen en la tele

Dicen en la tele que si pisas la calle te van a disparar. Dicen en la tele que si reza a Alá quizás explote. Dicen en la tele que hacer deporte no es bueno. Dicen en la tele que lo mejor es quedarnos en casa adorándola, observándola día tras día, metiéndonos en un mundo infernal … Leer más

Esclavo olvidado

Las cadenas alrededor de mi cuello aprietan demasiado. Están cortándome la respiración, oprimiendo y destrozando todos y cada uno de los recuerdos de la libertad; me he olvidado de su sabor, de su fragancia, de su tacto, de su figura. Libertad se ha ido, Libertad ha muerto. El yugo de la esclavitud martiriza mi cuerpo … Leer más