La estructura de una novela: cómo construir los cimientos de tu texto

architectural photography of building

Escribir tiene mucho que ver con la construcción. El texto no es solo texto: también se transforma en edificio, con sus luminosidades y sus grietas, con sus lugares incómodos y sus espacios confortables. Y por eso mismo es esencial que, desde el primer minuto, los escritores pensemos bien qué tipo de cimientos queremos para nuestro texto-edificio: cómo deseamos que se sostenga nuestra novela, de qué forma van a vivir nuestros personajes en ella. De esa decisión van a depender muchas más cosas de las que creemos. 

La estructura de una novela es sinónimo de raíces arquitectónicas y, más allá de lo metafórico, también del sistema de relaciones entre capítulos. Y para empezar a diseñar, a trabajar y perfilar y volver a planificar tu narrativa, tendremos que idear bien qué sucede dentro de cada división capitular (porque la estructura tiene mucho que ver, también, con la forma que adopta una trama) y cómo se va a distribuir a lo largo de las páginas.

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El baile del zapatero

—¿Se ve aquí dentro de quince años?—pregunto.

—Todavía vamos a seguir utilizando zapatos. Así que hasta que lo dejemos de hacer, sí.

Eso dice Germán Paradela cuando llevo ya un rato con él en el taller A Ciscada, su pequeña zapatería en el municipio coruñés de Ares. Es un sitio agradable, un lugar que resiste los vaivenes de una sociedad inmersa en el frenetismo y la locura de la inmediatez. Resiste los tuits, los posts de Facebook y las stories de Instagram. Todavía vamos a seguir utilizando zapatos, por lo menos hasta verano, cuando la gente pasa del calzado a las chanclas de la playa; Germán, de la goma de los zapatos a las copias de llaves. Todavía más en Ares, que vive a dos marchas radicalmente opuestas a lo largo del año. En la temporada de invierno, el pueblo se sumerge en una calma anticiclónica, asesinada de vez en cuando por los tímidos rayos de sol otoñales que permiten a los visitantes y habitantes tomar algo en las terrazas de los bares. En el verano, los turistas revitalizan la playa y el paseo del pueblo, después de acomodarse en sus hogares vacacionales; todo un turismo estacionalizado que no mira lo que deja atrás.

Germán Paradela, en el taller A Ciscada // Fotografía: Pablo J. Rañales

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