El problema no es Puidgemont

El arresto de Puidgemont y el resto de líderes políticos del procès no soluciona nada. No termina con nada, aunque se diga lo contrario. Un problema democrático se salda con más democracia y diálogo.

El problema es una Constitución que ha quedado obsoleta. Ha cumplido su cometido, que era dotar a España de una estabilidad política capaz de garantizar la transición democrática. Conseguida esta transición, ahora esa misma democracia que nació con ella necesita una nueva Constitución más moderna, que se adapte a sus necesidades sociales. La España de las últimas décadas del siglo XX no se parece en nada a la España actual; nuestra sombra ha de cambiar ya.

El problema es el poco interés en solucionar este dilema democrático. Sirve para tapar otros asuntos, dígase, señores, la corrupción (de un lado y otro, no lo neguemos) y el seguimiento de sus casos judiciales. No sé si acuerdan ya del máster de Cifuentes… y de cómo se intenta degollar al poco periodismo independiente y de calidad con el que contamos.

El problema es que se busca el conflicto, acusándose unos de querer cambiar las reglas de juego y otros de ser inamovibles en ellas. Para mí, nadie quiso romper España, solo estábamos ante un examen de nuestra madurez democrática y política, incluso social (examen mucho más fiable que cualquier papel que nos exija verter el contenido estudiado, que no aprendido). Si no fueran todos ellos tan egoístas y listos no tendríamos que hablar de conceptos bélicos ni de Españas rotas, tampoco de Españas ladronas.

La solución pasa por lo que siempre falta: diálogo. Nos faltó diálogo en las elecciones para lograr un gobierno de izquierdas, nos faltó diálogo para hacer una democracia más sana y fuerte. Sobró egoísmo.

El problema no es Puidgemont, sino ser incapaces de abordar un problema democrático como se debería. Si hubiera diálogo, podríamos hablar de una España federada, de una verdadera reforma constitucional, que implicase ponerse el mono de trabajo y coger el pico y la pala. Una reforma constitucional profunda, que tocase todos los palos que se han de tocar y abriese múltiples vías de debate. El debate en una democracia ha de ser nuestro pan de cada día, así como el análisis crítico de los aspectos a mejorar de nuestra sociedad. Temer al debate en una democracia es temer a la democracia en sí misma. Aquí están todos nuestros problemas.

Porque el problema no es Puidgemont. Y nada termina ahora, solo comienza.

*Fotografía: Chris Slupski

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