Sus drakkars arribaron a las costas ante los ojos repletos de terror de los habitantes de los pequeños poblados cercanos. Habían llegado con sus hachas, sus escudos y su fuerza bruta a invadir su tierra, a aniquilar a sus hijos y violar a sus mujeres. Los vikingos desembarcaron; sus cuerpos curtidos por el mar y la sal, por Thor y por Odín. Quién les iba a decir a aquellos feroces hombres altos y rubios que marcarían un antes y un después en la historia de la literatura.
Los vikingos no degollaron y asesinaron, sino que conquistaron y engrandecieron al pueblo irlandés de Dublín. Con ellos, Dublín creció y se consolidó como un potente eje comercial y económico. Y con el paso del tiempo, en la ciudad madre de literatura.
Dublín dio a luz a un crítico de la sociedad como Jonathan Switf, con Los viajes de Gulliver; acunó al inmarcesible e inolvidable Oscar Wilde y le dio pecho a Bernard Shaw (Premio Nobel en 1925). Añadámosle a Samuel Beckett, otro Premio Nobel en 1969. Y si aún queremos más, podemos visitar la Dublín pasada con Dublineses, de James Joyce.
¿De dónde era Drácula? No, la respuesta no es Transilvania. Drácula también surgió de entre las calles de Dublín, producto de la imaginación de un Bram Stoker que dio alas de murciélago a un ser que se ha convertido en leyenda. Treinta años antes de la publicación de Drácula, Sheridan Le Fanu escribiría Carmilla, un relato de terror centrado en una vampiresa, claramente antecesora de la obra de Bram Stoker. Adivinad de dónde era Sheridan Le Fanu… Y falta ponerle la guinda al pastel: entra por la puerta del pub otro Premio Nobel que se añade a la lista, enorme poeta y figura referente dentro de la literatura universal: William Butler Yeats.
Dublín ha sido una ciudad esencial dentro de la historia de la literatura universal. En sus calles se respira literatura, y si la visitas podrías ver la estatua de un relajado y recostado Oscar Wilde o visitar el Dublin Writers Museum. Si quieres tomar una pinta literaria, pásate por el Toner´s pub, como hacia Yeats. Incluso se ofrecen visitas guiadas con actores que declaman y citan pasajes de grandes obras de todos estos autores, dentro de los locales que frecuentaban.
Cafés literarios, librerías, bibliotecas, museos… hasta el teatro es mucho más barato que en otras grandes capitales europeas. Dublín se consolida como una ciudad mágica para el adicto a la literatura, al olor de los libros, a la sensación de pasar una página y que la tinta te marque el corazón, la piel, algunos hasta el alma. Pasear por las calles donde enormes genios de literatura caminaron también. Una lista interminable de escritores que encumbran a la ciudad irlandesa como lo que se merece: centro único de cultura. Urbe de literatura. Magia pura.
Maravillosa y diferente a todas Dublin.
Maravillosa y diferente al todas Dublin.