Llueve. Miro por la ventana de una sala de estudio gris y veo a un pájaro aguantando estoicamente la lluvia. Y me pregunto… ¿por qué estoicamente? ¿Y si se encoge en sí mismo sonriendo, disfrutando de los deslices de las gotas por su cuerpo? Llueve y la tierra parece recobrar su alegría. Llueve y mi mirada vaga por un procesador de texto insípido, repleto de palabras mordaces que analizan los medios de comunicación en su guerra mediática dentro del asunto catalán. Iba a escribir conflicto, pero para mí no es conflicto lo que supone una prueba de salud para la democracia. El conflicto es creado a propósito por el egoísmo de unos pocos.
Leo los titulares, las noticias… y me encuentro con la misma vacuidad en todos. La misma falta de contextualización, los mismos datos brutos, la misma forma insana de hacer periodismo. De polarizar, de transformar una realidad compleja en una simple fórmula bicolor, en un blanco y negro dañino. ¿Dónde quedó esa función de formar, educar, ayudar a solucionar problemas y no crearlos? Olvidada en un cajón. Encima de la mesilla de noche está el clickbait, el ‘di esto o lo hará otro por ti’, los copia y pega.
Llueve y me pregunto si hay otra forma de hacer las cosas. Y sí, la hay. Igual que no hay una sola manera de mirar el mundo, sino cientos, miles de puntos de vista de una misma cosa.