El arresto de Puidgemont y el resto de líderes políticos del procès no soluciona nada. No termina con nada, aunque se diga lo contrario. Un problema democrático se salda con más democracia y diálogo.
El problema es una Constitución que ha quedado obsoleta. Ha cumplido su cometido, que era dotar a España de una estabilidad política capaz de garantizar la transición democrática. Conseguida esta transición, ahora esa misma democracia que nació con ella necesita una nueva Constitución más moderna, que se adapte a sus necesidades sociales. La España de las últimas décadas del siglo XX no se parece en nada a la España actual; nuestra sombra ha de cambiar ya.