Hay videojuegos que son sentimientos. Que hablan, que gritan, que hacen sentir, que te sumergen. Life is strange es así. Artísticamente impecable, musicalmente increíble, narrativamente apasionante. Se agradece que todavía se atrevan a contar buenas historias y no solo pegar tiros. Se agradece que, a veces, prime un poco de guion, de música, de sentimiento, antes que unos gráficos de última generación.
Life is strange nos cuenta la vida de Max, una chica que se quiere ganar un sitio en el mundo profesional de la fotografía. Para ello, regresa a su pueblo natal, Arcadia Bay, y comienza las clases bajo la tutela del Sr. Jefferson, afamado fotógrafo del país. En la academia Blackwell descubrirá, no obstante, que tiene la capacidad de jugar con el tiempo y viajar hacia atrás en él.