Cuando uno ve la agresividad de Salvini o Bolsonaro, la contundencia de Le Pen o Trump, se pregunta quiénes le votarán, quiénes comprarán su mensaje radical y extremista. Cuando uno ve que la derecha tradicional va incorporando esa misma agresividad a sus discursos, y que de igual manera lo hace el liberalismo -al menos el supuesto máximo exponente del liberalismo español- , se pregunta qué está pasando en el mundo, en las narrativas y en la ciudadanía, para que triunfe esa política del odio.
¿Qué está pasando, por ejemplo, para que el trabajador medio, seguramente varón blanco heterosexual, humilde y con un sueldo que apenas supere el salario mínimo interprofesional, vote a la ultraderecha? Es más, ¿qué está haciendo mal la izquierda para que el obrero se vea más representado en Marine Le Pen que en cualquier otro candidato que defienda sus intereses? La explicación del triunfo de este tipo de discursos no es única.