Todavía llevaba puesto el uniforme de la tienda cuando se apoyó en la verja. Se quedó varios minutos allí, observando el flujo continuo de un río clamoroso que no se topaba con ningún dique capaz de contenerlo. Al verla, uno se pregunta qué siente. Si impotencia por no estar al otro lado, morado en la camiseta, cartel en la mano y consigna en la boca, o si se nota distante y lejana de aquella realidad que transcurre ante sus ojos. Las mismas preguntas vuelven a mi cabeza cuando paso por delante de algunas tiendas compostelanas con luces encendidas y trabajadoras aún dentro. Los Uterqüe, los Women´s Secret.