Escribir tiene mucho que ver con la construcción. El texto no es solo texto: también se transforma en edificio, con sus luminosidades y sus grietas, con sus lugares incómodos y sus espacios confortables. Y por eso mismo es esencial que, desde el primer minuto, los escritores pensemos bien qué tipo de cimientos queremos para nuestro texto-edificio: cómo deseamos que se sostenga nuestra novela, de qué forma van a vivir nuestros personajes en ella. De esa decisión van a depender muchas más cosas de las que creemos.
La estructura de una novela es sinónimo de raíces arquitectónicas y, más allá de lo metafórico, también del sistema de relaciones entre capítulos. Y para empezar a diseñar, a trabajar y perfilar y volver a planificar tu narrativa, tendremos que idear bien qué sucede dentro de cada división capitular (porque la estructura tiene mucho que ver, también, con la forma que adopta una trama) y cómo se va a distribuir a lo largo de las páginas.