A ella siempre le ha gustado el gris. No sé si llegaré a comprenderla del todo. Tampoco quiero, porque no comprenderla me lleva a querer explorarla, y explorarla me permite perderme en sus pasillos laberínticos y hablar -con ella, conmigo mismo- hasta que ya no puedo más. Me dice que hable, que me abra y no me calle, y se lo agradezco. El gris, el blanco y el negro son su triunvirato eterno. Predominan en las prendas de ropa que hay colgadas en su armario y en su forma de acercarse al mundo. Le gusta definirse a sí misma como una mujer gris, que no desentone y mantenga la sobriedad y elegancia de esos colores. ¿No necesitará nunca el color?, me digo. Elegancia y sobriedad definen cada milímetro de su cuerpo.