Dicen en la tele que si pisas la calle te van a disparar.
Dicen en la tele que si reza a Alá quizás explote.
Dicen en la tele que hacer deporte no es bueno.
Dicen en la tele que lo mejor es quedarnos en casa adorándola, observándola día tras día, metiéndonos en un mundo infernal que achicharra el cerebro.
Dicen en la tele que el blanco quizá sea negro,
Dicen en la tele que la H ya no es muda, que la E ahora es A y la A es I.
Dicen en la tele que ya no te puedes fiar de nada ni de nadie, solo de ella. Que lo que está dentro de esas paredes, recogido en las imágenes que podemos ver, son todo verdades absolutas imposibles de debatir.
Dicen en la tele que el cambio climático no es para tanto,
que las cosas van viento en popa a toda vela
cuando quizá ya no haya ni barco.
Dicen en la tele que la corrupción es imaginaria
que lo peor es lo de fuera
que el mundo se acaba
que todo es yihadismo, destrucción, odio y rencor.
Dicen en la tele todo, cuando nada es completamente fiable. Y lo peor que se puede hacer es quedarnos hora tras hora, día tras día, obnubilados y temerosos esperando a que llegue el final o el milagro. La televisión no es sagrada ni santa, manipula y atrapa a partes iguales. Cuidado con ella, con ese entretenimiento rápido y adictivo cada vez menor en cuanto a calidad y mayor en cuanto a cantidad. Ni todo es maravilloso ni todo es el apocalipsis. Salgamos a la calle y rompamos con la soledad que la televisión no destruye, sino que crea.