Si comienzas en esto de escribir, el relato podría ser tu primera opción para tantear el terreno. Su dimensión facilita su propia escritura, al no ser nuestro objetivo una historia excesivamente larga y compleja en cuanto a personajes, ambientes y trama. El relato también ayuda a aplicar algunas técnicas de escrituras básicas y a jugar con la creación de nuestros personajes. Además, es divertido y no te exige una enorme cantidad de tiempo si no lo quieres. Un buen relato corto puede ser hasta de una página. Pero… ¿por dónde empezamos? ¿Qué necesitamos?
En este caso, yo opto por explicarlo a través de una analogía donde nosotros, como escritores, somos el Doctor Frankenstein y nuestro relato, el monstruo que tenemos que crear. ¡Así que hay que ir a buscar los órganos que nos faltan para darle vida!
1. El corazón
Necesitamos que empiece a bombear la sangre por el cuerpo del monstruo o ente, y para ello hay que buscar un buen tema. No nos vale cualquier corazón ni tampoco cualquier tema. Hay un sinfín de cosas por tocar, pero no tengas miedo a escribir sobre algo que ya se ha visto en la literatura hasta la saciedad. ¡Nihil novum sub sole, decían los romanos! No hay nada nuevo bajo el sol. Nuestra misión es darle un nuevo enfoque, un enfoque personal a este tema. Mi consejo: no busquéis un tema o una realidad complejos, al contrario, descompón una realidad compleja en diferentes realidades más simples, que podrían ser diferentes relatos a su vez. En un relato corto no somos capaces de abarcar un tema muy amplio, que exija una gran profundización. ¡Tema simple, realidad simple!
Cuando tengas el corazón, es hora de introducirlo en la caja torácica de nuestro monstruo y esperar a que funcione. ¡El corazón hará que el resto del cuerpo comience a echar a rodar! Y sin corazón, estamos jodidos.
2. Los músculos
Si algo podemos hacer como escritores y casi como cerebros es ordenarle a nuestro monstruo que ejecute las órdenes que le enviamos. Y para ello, para que se pueda mover y hacer que el relato fluya y viva, necesitamos los músculos, a los personajes. Son el motor del relato, los que realizarán toda acción que mandemos, y fundamentales para el éxito.Los personajes marcan la historia por completo y hacen que el lector no solo se sumerja, sino que también se posicione. Que odie a uno y ame a otro, que empatice con aquel y no tenga piedad con este.
Colocar alrededor de todo el esqueleto y órganos vitales de nuestro monstruo los músculos es una tarea muy difícil. De los personajes se deriva lo que podríamos denominar como el dilema del narrador. ¿Cómo enfocamos el relato? ¿Lo hacemos en tercera persona o en primera? La cuestión, desde mi punto de vista, sería ver qué visión nos encaja mejor y nos ayuda a la profundización del personaje. En mis relatos cortos, busco darle una mayor importancia al personaje principal, a sus pensamientos y su forma de entender el mundo. El resto de personajes, quizá por espacio o por costumbre, adoptan un segundo plano en cuanto a desarrollo, porque le otorgo más peso al personaje alrededor del cual se estructura la historia. Es una decisión que marcará tu narración.
Para mí, hay dos grandes iconos en la creación de personajes en la actualidad: Stephen King y George R.R. Martin. El primero, por saber manejar la evolución psicológica de un personaje a la perfección. El segundo, por la creación de personajes totalmente humanos y que nos obligan a empatizar, a posicionarnos, a ser Stark o Lannister. Cualquier personaje de la Saga Canción de Hielo y Fuego tiene sus sombras y sus luces, sus motivos y sus preocupaciones.
3. La apariencia física
El último apartado a cuidar de nuestro monstruo, más allá del corazón (el tema) y los músculos (los personajes), es la apariencia física. No para hacerlo más guapo o más feo, sino para que esta cuadre con lo que queremos transmitir. Esta apariencia física se equipara con el estilo y el ambiente creados. Aquí hay una división en cuanto al estilo: para el relato corto, muchos dicen que debe ser sencillo. Yo prefiero dejar libertad y que cada uno haga lo que quiera. Hay relatos cortos buenísimos con un estilo más complejo, más barroco. La sencillez, no obstante, nos ayuda bastante para empezar.
Lo esencial, lo que hay que conseguir, es enganchar. Mantener, en definitiva, la onda de intensidad.
Cuando quieren darnos un susto, primero nos someten a una etapa de relajación, después aumentan la tensión y, finalmente, dan el susto para volver a la primera etapa. Relajación – tensión – susto – relajación. La intensidad del relato funciona de la misma manera. Partimos de una etapa de baja intensidad que va in crescendo hasta que, en su punto más alto, se corta. ¿Cómo la cortamos? A través de la técnica denominada como cliff hanger, que hace que el lector se enganche y quiera saber más. Consiste guardarse información a lo largo del relato, dejando las escenas inacabadas. Así, antes de que el asesino clave el puñal al protagonista, cortamos el momento intenso dejando al asesino a punto de hincar la daga en el corazón. No resolvemos la situación en ese instante, sino que pasamos a otra escena o capítulo.
Lograr mantener la onda de intensidad en un relato complejo en términos de estilo es difícil, pero no imposible. Adopta el estilo que prefieras, con más o menos florituras, pero ten presente esto. Lo que el relato debe conseguir siempre es enganchar. Cuida la apariencia física para que sea coherente con lo que quieres transmitir. Cuida la apariencia física para que no solo el estilo, sino también los espacios creados y el ambiente estén acordes al tema y a los personajes descritos. Si estás en una ciudad de maleantes, violadores y violencia, el término puta no afea tu estilo, sino que se encuentra acorde con el momento y el espacio delimitados.
Así que ponte a crear tu monstruo y sácalo adelante. Un buen corazón, unos músculos que ejecuten las órdenes y den acción al relato y una apariencia física acorde a lo que queramos transmitir. ¡Y voilá! Es momento de sacar a nuestra creación a la calle y ver cómo reaccionan ante ella.